Esfuérzate y sé muy valiente
por Pastor Noble D. Vater
Solamente esfuérzate y sé muy valiente, para cuidar de hacer conforme a toda la ley que mi siervo Moisés te mandó (Josué 1:7).
En el primer capítulo de este libro de Josué leemos las instrucciones que el Señor dio a ese hombre escogido para conquistar y repartir la tierra prometida. Tres veces el Señor usa la frase "esforzarse y ser valiente". La primera vez dice, "Nadie te podrá hacer frente...estaré contigo...Esfuérzate y sé valiente? porque tú repartirás a este pueblo por heredad la tierra..." (1:5, 6). Es decir, mirando a las guerras que les eran inevitables, Josué tenía que esforzarse. Luego dijo también, "Mira que te mando que te esfuerces y seas valiente; no temas ni desmayes, porque Jehová tu Dios estará contigo en dondequiera que vayas" (1:9), es decir, en las campañas de guerra y frente a las cosas que pueden causar el temor o el desmayo.
Entre estos dos versículos se encuentran las palabras que encabezan lo que hemos escrito. En ellas hay añadida una palabra pequeña, pero importante e instructiva. "Esfuérzate y sé muy valiente", dice el Señor, y en este caso no estaba hablando de hacer guerras, sino de guardar la ley—toda la ley. Para guerrear era necesario esforzarse y ser valiente, pero para obedecer al Señor en todo era necesario tener aun más valentía. "Sé muy valiente", dijo el Señor.
En esto hay una ilustración de una verdad que se nota con frecuencia en la Biblia. Esa verdad es que una persona necesita más poder y valentía para obedecer al Señor en todo lo que nos manda, que para pelear contra personas más grandes y numerosas en una guerra.
El apóstol Pedro sacó una espada contra la compañía de soldados y alguaciles que vinieron para prender a Jesús, pero poco después frente unas pocas personas una criada le infundió miedo preguntándole si era un discípulo de Jesús, y dijo que no, negando a su Señor.
¿Cuántos hombres como Sansón, Saúl y David han hecho grandes hazañas pero se han visto como niños débiles frente a la tentación de desobedecer? Los siervos de Naamán tenían razón al decir que su señor hubiera hecho grandes obras si el profeta Eliseo hubiera exigido tal cosa, pero no quiso obedecer el mandato fácil de sumergirse siete veces en el rió Jordán.
Muchas veces el temor al hombre es la causa del abandono del camino ordenado por Dios. Sabiendo la perversidad del corazón de los israelitas, no pudiera haber sido fácil para Josué cumplir con toda la ley. Buena cosa es que no había elecciones en Israel, o Josué hubiera sufrido una fuerte tentación si hubiera querido permanecer como líder. Aun sabiendo que el Señor estaba con él, Josué tenía que esforzarse y ser muy valiente para obedecer.
El Señor Jesucristo nos ha advertido que no temamos a los hombres (Mateo 10:28). El Apocalipsis dice que los cobardes tendrán su lugar en el lago de fuego y azufre, que es la muerte segunda (21:8). "El temor del hombre pondrá lazo" (Proverbios 29:25).
Las personas que no temen a Dios hacen mucho para obligar a todos a vivir conforme a sus normas y valores. Persiguen a todos los que les señalan su deber hacia el Creador. Los persiguen con todo el furor que Dios les permite (porque el Señor controla mucha maldad por su gracia común). Nadie puede, con su fuerza natural, hacer frente a tal opresión. Los que Dios ha redimido por la muerte expiatoria de Jesucristo, son regenerados por su Espíritu, reconocen su debilidad carnal y natural y con el salmista claman, "Ten misericordia de mí, oh Dios, porque me devoraría el hombre; me oprime combatiéndome cada día. Todo el día mis enemigos me pisotean; porque muchos son los que pelean contra mí con soberbia".
Ese salmista continuó, "En el día que temo, yo en ti confío. En Dios alabaré su palabra; en Dios he confiado; no temeré; ¿Qué puede hacerme el hombre?" Esta pregunta señala lo que Jesucristo enseña, eso es, que el hombre sólo puede matar el cuerpo, pero los que temen a Dios dicen también con el salmista, "Has librado mi alma de la muerte, y mis pies de caída, para que ande delante de Dios en la luz de los que viven". (Véase el Salmo 56.)
Si miramos a los hombres y escuchamos sus amenazas, desmayaremos. Sólo por la gracia que nos capacita para atender sus promesas y nos llena de confianza podemos esforzarnos y ser valientes. La promesa que El estará con nosotros debe animarnos de modo que sigamos al Señor Jesucristo, el cual siempre agradó al Padre celestial y no buscó la aprobación humana.
Hay muchos en este mundo que creen ser valientes, porque pelean con cualquier o se atreven a jugar con su vida haciendo locuras. Pero, se mofan de los religiosos que siguen sus convicciones y soportan con paciencia el escarnio de los malhechores. Estos que, aparentemente, no temen nada, no quieren sentir esa clase de oposición, y por lo general no pueden soportar tanta oposición como los cristianos perseguidos por su fe. Pero todos deben reconocer que los únicos que el todopoderoso Dios llama valientes son aquellos que en Cristo Jesús vencen el mundo y sus sistemas anticristianos, por medio de la fe en verdad que la Biblia presenta y el poder del Espíritu Santo. Esta es la valentía de aquellos que oyen la voz de Jesucristo y le siguen (Juan 10:27), negándose a sí mismos, dominando a su propio espíritu mientras que anden con gozo en el camino de los mandamientos del Señor. Estos son más fuertes que el que toma una ciudad (véase Proverbios 16:32).